Quién más que Juan puede haber escrito un evangelio que lleva su nombre: Evangelio de Juan. ¿Alguna vez se ha detenido a considerar si todo lo que hemos aceptado como verdad está realmente respaldado por la evidencia? En este artículo, nos sumergiremos en las profundidades del cuarto evangelio, donde cuestionaremos siglos de tradición y pondremos a prueba las creencias arraigadas. Prepárese para embarcarse en un viaje intelectualmente estimulante que no solo cambiará su percepción sobre la autoría de este evangelio, sino que también revelará un tesoro oculto de mensajes profundos que han sido oscurecidos por la sombra de la tradición.
Propósito de este estudio
El objetivo principal de este estudio es examinar críticamente la atribución de autoría del cuarto evangelio y, al hacerlo, desafiar las interpretaciones tradicionales que han sido aceptadas durante siglos sin cuestionamientos. A través de este análisis, buscamos abrir una ventana al pensamiento crítico y al debate académico, y al mismo tiempo, ofrecer una perspectiva alternativa que permita a los lectores reconsiderar las creencias que han dado por sentado.
Abordar estos temas con un enfoque intelectual y reflexivo tiene numerosos beneficios. En primer lugar, nos permite liberarnos de las limitaciones impuestas por las creencias tradicionales y dogmáticas, permitiéndonos examinar el texto desde una perspectiva más objetiva y enriquecedora. Asimismo, al desafiar las interpretaciones establecidas, incentivamos el crecimiento y desarrollo del pensamiento crítico, el cual es fundamental para una comprensión más profunda y significativa de cualquier obra literaria, especialmente de un texto tan relevante como el cuarto evangelio.
Por otro lado, conformarse con las creencias establecidas y aceptar sin cuestionar lo que se nos ha enseñado a lo largo del tiempo puede dar como resultado un enfoque estrecho y limitado. Esta actitud no solo nos impide descubrir nuevas perspectivas y conocimientos, sino que también obstaculiza nuestra capacidad para comprender y apreciar plenamente el mensaje y el propósito del texto en cuestión.
En este sentido, este estudio pretende servir como una invitación a la reflexión, al cuestionamiento y al diálogo. A través de un análisis riguroso y detallado, esperamos despertar la inquietud en los lectores y alentarlos a explorar más allá de las interpretaciones tradicionales, permitiéndoles descubrir por sí mismos la riqueza y la profundidad del cuarto evangelio.
Aclaración
A lo largo de este artículo, nos proponemos cuestionar la autoría del Cuarto Evangelio y presentar argumentos que desafían la tradición que atribuye su autoría a Juan, hijo de Zebedeo. Sin embargo, es importante mencionar que continuaremos refiriéndonos a este evangelio como “El Evangelio de Juan” por razones prácticas y de reconocimiento general.
Esta denominación ha sido ampliamente utilizada a lo largo de la historia del cristianismo y ha quedado profundamente arraigada en la cultura y la academia. Por lo tanto, al referirnos al evangelio de esta manera, facilitamos la identificación y el entendimiento del texto al que nos referimos. Cabe aclarar que el uso de este nombre no implica la aceptación de la autoría de Juan, sino que simplemente lo empleamos como una convención para mantener la coherencia y claridad en la comunicación.
El discípulo misterioso de Juan 1:40
El análisis interno del cuarto evangelio nos ofrece indicios valiosos para la identificación de su autor, y es fundamental prestar atención a estos detalles para trascender las interpretaciones tradicionales. El primer indicio significativo se encuentra en Juan 1:40, donde se menciona a un discípulo que acompañaba a Andrés, pero cuya identidad no es revelada explícitamente en el texto:
“Uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro” (Juan 1:40, NVI).
La tradición ha conducido a muchos lectores a asumir, sin pruebas ni cuestionamientos, que el discípulo misterioso mencionado en este versículo es Juan, el hijo de Zebedeo. Sin embargo, al examinar los evangelios con detenimiento, podemos observar ciertas incongruencias al atribuir esta identificación a Juan, hijo de Zebedeo.
Incongruencia con los sinópticos
En los evangelios sinópticos, encontramos diferentes momentos en los que Juan hijo de Zebedeo es llamado por Jesús. Por ejemplo, en Mateo 4:21-22 y Marcos 1:19-20, se describe cómo Jesús llama a Juan y a su hermano Santiago mientras se encuentran en una barca con su padre Zebedeo, reparando las redes de pesca:
“Yendo un poco más allá, vio a otros dos hermanos, Santiago hijo de Zebedeo y su hermano Juan. Estaban en la barca con su padre Zebedeo, arreglando sus redes. Jesús los llamó, y al instante dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron” (Mateo 4:21-22, NVI).
Esta descripción de cómo Juan, hijo de Zebedeo, se convierte en seguidor de Jesús difiere significativamente de la situación presentada en Juan 1:40. Al comparar estos pasajes, es evidente que atribuir la identidad del discípulo misterioso en Juan 1:40 a Juan hijo de Zebedeo es problemático e inconsistente.
A partir de esta observación, podemos inferir que el autor del cuarto evangelio se encuentra en el entorno de Juan el Bautista, y no necesariamente en el círculo de discípulos que rodeaban a Jesús desde el principio de su ministerio, como lo eran Juan y Santiago, hijos de Zebedeo. Este hallazgo nos lleva a reconsiderar la identificación tradicional del autor y a explorar otras posibles identidades que puedan estar más acordes con el análisis interno del texto.
Un discípulo de Juan el Bautista
El estudio riguroso del cuarto evangelio nos conduce a analizar el entorno de Juan el Bautista, quien, como líder espiritual de su tiempo, también tenía discípulos a su alrededor. Cabe destacar que, en aquel período histórico, era común la formación de grupos llamados “javurot” (plural de “javurá”, en hebreo). Estos grupos eran comunidades religiosas o espirituales de estudio y práctica, que se organizaban en torno a una figura líder, en este caso, Juan el Bautista.
El concepto hebreo de javurá
El concepto de “javurá” se origina en la tradición judía y hace referencia a un círculo de aprendices y seguidores que se congregan para estudiar la Torá, debatir cuestiones bíblicas y llevar a cabo prácticas en conjunto. Estas comunidades se caracterizaban por la cercanía entre sus miembros y el compromiso compartido de profundizar en su fe y crecimiento espiritual.
Al considerar la existencia de discípulos de Juan el Bautista y la formación de javurot en el contexto del cuarto evangelio, es necesario recalcar que la figura enigmática del discípulo mencionado en Juan 1:40 no puede ser atribuida automáticamente a Juan hijo de Zebedeo, como lo ha perpetuado la tradición. Esta afirmación se sostiene no solo en las incongruencias detectadas previamente en relación con los relatos de los evangelios sinópticos, sino también en la comprensión del fenómeno de las javurot y su relevancia en el entorno religioso de la época.
El hijo de Zebedeo no era de la javurá del Bautista
En este sentido, es fundamental desafiar las interpretaciones tradicionales y explorar otras posibles identidades para el discípulo en cuestión. La figura de Juan hijo de Zebedeo, aunque arraigada en la tradición, no resulta convincente al examinar con detenimiento el texto del cuarto evangelio y su contexto histórico. Por ende, es primordial continuar la investigación y el análisis textual para desentrañar la verdadera identidad del autor, sin dejarnos influenciar por presuposiciones infundadas y contrarias al estudio crítico y minucioso de los escritos neotestamentarios.
Betania: un escenario relevante
El análisis del cuarto evangelio nos lleva a explorar la relación entre Juan el Bautista y la localidad de Betania, la cual tiene un papel significativo en los eventos relatados en el Evangelio de Juan. Betania se menciona en Juan 1:28, donde se narra que Juan el Bautista estaba bautizando en esta localidad: “Estas cosas sucedieron en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando”.
Eventos trascendentes en Betania
La relevancia de Betania en el contexto del evangelio no se limita únicamente a ser el lugar donde Juan el Bautista predicaba y bautizaba, sino que también es el escenario de otros eventos notables en el ministerio de Jesús. Por ejemplo, en Juan 11, encontramos la historia de la resurrección de Lázaro, que tuvo lugar en Betania:
“Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María, y de Marta, su hermana”. (Juan 11:1)
Dentro del marco narrativo del Evangelio de Juan, la relación entre Juan el Bautista y Betania se vuelve un elemento clave para comprender el entorno y las conexiones que podrían haber influido en la vida del discípulo misterioso mencionado en Juan 1:40. Al profundizar en la importancia de Betania y su vínculo con Juan el Bautista, podemos vislumbrar indicios que podrían conducirnos a una mejor comprensión de la identidad del autor del cuarto evangelio.
Betania en otros evangelios
Algunos versículos de otros evangelios complementan la información sobre Betania y su importancia:
Marcos 11:1: “Cuando se acercaron a Jerusalén, a Betfagé y a Betania, en el monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos”.
Este versículo muestra que Betania estaba cerca de Jerusalén y del monte de los Olivos, lo que la convierte en un lugar estratégico para el ministerio de Jesús.
Mateo 21:17: “Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania, y posó allí”.
Este versículo ilustra cómo Jesús eligió Betania como lugar de descanso durante su ministerio, lo que refuerza la importancia de esta localidad en el contexto de los evangelios.
Lucas 24:50: “Y los sacó fuera, hasta Betania; y alzando sus manos, los bendijo”.
Este versículo relata cómo Jesús llevó a sus discípulos a Betania antes de su ascensión al cielo, lo que demuestra una vez más la relevancia de Betania en la narrativa del Nuevo Testamento.
El autor conoce más de Juan el Bautista que otros
En el Evangelio de Juan, hay algunas referencias y alusiones que podrían sugerir una conexión entre el autor y la escuela de Juan el Bautista. Algunas de estas referencias incluyen:
La importancia de Juan el Bautista en el Evangelio de Juan:
En comparación con los otros evangelios, Juan el Bautista tiene un papel más destacado y es presentado de manera más detallada en el Evangelio de Juan (Juan 1:19-34; 3:22-36). El autor parece tener un conocimiento íntimo de la predicación y el ministerio de Juan el Bautista.
El testimonio de Juan el Bautista sobre Jesús:
En el Evangelio de Juan, Juan el Bautista testifica explícitamente que Jesús es el “Cordero de Dios” (Juan 1:29, 36) y el “Elegido de Dios” (Juan 1:34). Esta presentación de Jesús como el cumplimiento de las expectativas mesiánicas judías podría indicar una conexión entre el autor y la escuela de Juan el Bautista, ya que el Bautista era considerado un profeta importante en su tiempo.
La transferencia de discípulos de Juan el Bautista a Jesús:
El Evangelio de Juan describe cómo algunos discípulos de Juan el Bautista se convirtieron en seguidores de Jesús después de escuchar el testimonio del Bautista (Juan 1:35-42). Este pasaje podría sugerir que el autor tenía conocimiento de primera mano de la relación entre Juan el Bautista y Jesús, y posiblemente, de la escuela de Juan el Bautista.
La ubicación estratégica de Betania
Betania era una pequeña aldea situada a unos tres kilómetros al este de Jerusalén, en las faldas del monte de los Olivos. En el contexto histórico y social del primer siglo, Betania era conocida por su relación con el movimiento de Juan el Bautista y, posteriormente, con Jesús y sus discípulos. La proximidad de Betania a Jerusalén permitía a los habitantes de la aldea, así como a los discípulos y seguidores de Jesús y Juan el Bautista, desplazarse fácilmente entre ambos lugares.
Estos versículos, junto con los mencionados previamente del Evangelio de Juan, resaltan la importancia de Betania en el contexto de los evangelios y sugieren que su conexión con Juan el Bautista y Jesús puede ser clave para entender el entorno y las relaciones que influyeron en el discípulo misterioso de Juan 1:40. Al considerar estos versículos y la información proporcionada sobre Betania, podemos profundizar en nuestro análisis y explorar nuevas perspectivas que desafíen las interpretaciones tradicionales sobre la identidad del autor del cuarto evangelio.
Intento de borrar a Betania del IV evangelio
En Juan 1:28, encontramos un punto de controversia que podría arrojar luz sobre los intentos de mantener una tradición que atribuye la autoría del cuarto evangelio a Juan hijo de Zebedeo. El versículo en su forma original griega es el siguiente:
“Ταῦτα ἐν Βηθανίᾳ ἐγένετο πέραν τοῦ Ἰορδάνου, ὅπου ἦν ὁ Ἰωάννης βαπτίζων”.
En este texto, la palabra en cuestión es “Βηθανίᾳ” (Bethanía). Sin embargo, en muchas traducciones modernas, se ha sustituido por “Betábara”, lo que genera cierto grado de desconcierto y, posiblemente, oculta la verdadera identidad del autor del Evangelio de Juan.
Esta discrepancia en la traducción puede interpretarse como un intento de arreglar las cosas para que la atribución a Juan hijo de Zebedeo no se desmorone. El cambio de nombre de Betania a Betábara en este versículo, podría ser parte de un esfuerzo por perpetuar una tradición que no puede ni debe considerarse firme, especialmente cuando se contradice con el análisis interno del libro.
La persistencia en mantener esta tradición podría ser una barrera para comprender y aceptar los mensajes profundos del Evangelio de Juan. Al destacar esta discrepancia y cuestionar los motivos detrás de ella, podemos abrir nuevos caminos para desentrañar el misterio en torno a la identidad del autor del cuarto evangelio y, al mismo tiempo, centrarnos en el verdadero mensaje que se encuentra en sus páginas.
Este análisis nos lleva a reflexionar sobre la importancia de cuestionar las interpretaciones tradicionales y examinar de manera crítica las fuentes y textos con los que trabajamos. Al hacerlo, podemos liberarnos de las ataduras de las tradiciones infundadas y abordar la lectura y el estudio de textos antiguos como el Evangelio de Juan con una mente abierta y dispuesta a descubrir verdades ocultas.
El autor en tercera persona
En el estudio del Evangelio de Juan, un aspecto notable es el estilo narrativo del autor, quien se refiere a sí mismo en tercera persona. Este enfoque literario no es exclusivo del cuarto evangelio, sino que también se encuentra en otros escritos contemporáneos, lo cual puede ofrecer una perspectiva más amplia para comprender el propósito y contexto en el que se desarrolla este peculiar estilo.
Este uso de la tercera persona en la narración puede tener varias funciones.
Una expresión de humildad
En primer lugar, el autor podría estar buscando un grado de anonimato o humildad, evitando llamar la atención sobre sí mismo y enfocándose en el mensaje central de su obra. De esta manera, el narrador se convierte en un observador imparcial que presenta los hechos de manera objetiva, lo que podría aumentar la credibilidad del relato.
Un ejemplo de este estilo literario en la antigüedad lo encontramos en las obras de Flavio Josefo, historiador judío-romano del siglo I d. C. En sus escritos, Josefo a menudo se refiere a sí mismo en tercera persona, especialmente en su obra “Guerra de los Judíos”. Esto permite al autor presentarse como un testigo confiable y objetivo de los eventos que describe, en lugar de ser percibido como un actor con intereses personales.
El estilo narrativo en el IV Evangelio
En el caso del Evangelio de Juan, el estilo narrativo en tercera persona se manifiesta en la figura del “discípulo amado”, quien es mencionado en diversas ocasiones a lo largo del relato (Juan 13:23, 19:26, 20:2, 21:7, 21:20). Al presentarse de esta manera, el autor evita la autorreferencia directa, permitiendo que el enfoque recaiga en el mensaje y las enseñanzas de Jesucristo.
En conclusión, el uso de la tercera persona en el Evangelio de Juan y otros escritos contemporáneos puede estar relacionado con la intención de otorgar objetividad y autoridad a la narración, así como de mantener cierto grado de humildad y anonimato por parte del autor. Reconocer y analizar este estilo literario puede enriquecer nuestra comprensión del contexto y las intenciones de los escritores antiguos, ofreciendo una perspectiva más amplia en el estudio de textos como el cuarto evangelio.
El discípulo al que Jesús amaba
Más allá de las consideraciones tradicionales, doctrinales y teológicas, un análisis interno del Evangelio de Juan puede proporcionar pistas sobre la identidad del discípulo amado. Aunque la atribución de la autoría del evangelio a Juan, hijo de Zebedeo, es la más aceptada en la tradición cristiana, el texto en sí mismo no ofrece pruebas concluyentes al respecto. De hecho, al examinar detenidamente el relato, encontramos que el único personaje que explícitamente se menciona como amado por Jesús es Lázaro de Betania.
Este hecho se puede apreciar en Juan 11:3, donde las hermanas de Lázaro, Marta y María, envían un mensaje a Jesús diciendo: “Señor, el que tú amas está enfermo”. Posteriormente, en Juan 11:5, el evangelista afirma: “Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro”. Estos versículos muestran que Jesús tenía un afecto especial por Lázaro, lo que podría sugerir una conexión con la figura del discípulo amado.
La misma palabra griega
Esta idea se refuerza al analizar el término griego utilizado en estos versículos para referirse al amor de Jesús por Lázaro y sus hermanas: ἀγαπάω (agapáō), que también aparece en las referencias al discípulo amado. Por ejemplo, en Juan 13:23, se menciona que “uno de sus discípulos, al que Jesús amaba (ἠγάπα), estaba recostado al lado de Jesús”. Este mismo término se repite en Juan 19:26, 20:2 y 21:7, donde se hace referencia al discípulo amado.
Esta coincidencia en el uso del término griego ἀγαπάω no puede tomarse como un hecho aislado, sino como una pista importante para identificar al discípulo amado. En este sentido, la conexión entre Lázaro de Betania y la figura del discípulo amado se vuelve más plausible. Si bien esta interpretación puede resultar impopular en comparación con la tradición, no debe descartarse sin un examen cuidadoso.
El análisis interno del Evangelio de Juan revela que el único personaje del relato mencionado explícitamente como amado por Jesús es Lázaro de Betania. La presencia del término griego ἀγαπάω en las referencias tanto a Lázaro como al discípulo amado sugiere una posible conexión entre ambos personajes. Aunque esta idea puede contradecir la tradición, es necesario abordarla con un enfoque académico y crítico, buscando una mayor comprensión del mensaje y la intención del autor del evangelio.
El discípulo que “no moriría”
La creencia de que “aquel discípulo no moriría” también refuerza la atribución de la autoría del Evangelio de Juan a Lázaro. Recordemos que, según el relato del evangelio, Jesús resucitó a Lázaro, un hecho que tendría un impacto significativo en la percepción de sus discípulos sobre la relación entre Jesús y Lázaro.
El episodio de la resurrección de Lázaro se narra en Juan 11:1-44. Uno de los versículos clave en este pasaje es Juan 11:35, en el que se menciona que “Jesús lloró”. La emoción expresada por Jesús al llorar por la muerte de Lázaro indica la profundidad de su conexión y afecto. Los discípulos, al presenciar este evento, podrían haber percibido la relación especial entre Jesús y Lázaro.
La idea de que “aquel discípulo no moriría” se encuentra en Juan 21:20-23. En este pasaje, Pedro pregunta a Jesús qué sucederá con el discípulo amado, a lo que Jesús responde: “Si quiero que él quede vivo hasta que yo vuelva, ¿qué te importa a ti? Tú sígueme”. Aunque Jesús no afirma explícitamente que el discípulo amado no morirá, sus palabras podrían haber sido interpretadas de esa manera por los discípulos.
El impacto emocional de la resurrección de Lázaro
Si consideramos el hecho de que Lázaro fue resucitado por Jesús, incluso después de cuatro días de muerto (Juan 11:39), es comprensible que los discípulos hayan asociado esta experiencia con la creencia de que Lázaro, el discípulo amado, no moriría. La resurrección de Lázaro habría tenido un impacto emocional y espiritual profundo en los discípulos, quienes podrían haber interpretado este milagro como una señal de la relación especial entre Jesús y Lázaro, así como de la posibilidad de que Lázaro no enfrentaría la muerte nuevamente.
En conclusión, el análisis de los pasajes bíblicos y el contexto en el que se desarrollan permiten establecer una conexión plausible entre Lázaro de Betania y la figura del discípulo amado en el Evangelio de Juan. La creencia de que “aquel discípulo no moriría” y la resurrección de Lázaro podrían haber influido en la percepción de los discípulos sobre la relación entre Jesús y Lázaro, y haber contribuido a la atribución de que aquel podría no volver a morir.
Referencia cruzada a favor de Lázaro
Aunque los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) no mencionan directamente a Lázaro como el discípulo amado, existen pasajes que podrían relacionarse con el tema y proporcionar un contexto adicional para comprender la relación especial entre Jesús y Lázaro. Uno de esos pasajes se encuentra en el Evangelio de Lucas.
En Lucas 10:38-42, se narra la historia de Jesús visitando a Marta y María, las hermanas de Lázaro, en su casa en Betania. El pasaje dice:
“38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Tenía ella una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose, dijo: Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. 41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. 42 Pero solo una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada”.
Refuerza la posibilidad de Lázaro como autor
Aunque Lázaro no se menciona específicamente en este pasaje, la relación cercana entre Jesús y la familia de Lázaro se pone de manifiesto. Esta conexión familiar podría proporcionar un contexto adicional para entender la relación especial entre Jesús y Lázaro en el Evangelio de Juan. Además, el énfasis en la importancia de escuchar las palabras de Jesús, como lo hace María en este pasaje, es un tema que se encuentra en todo el Evangelio de Juan, y podría apuntar a la importancia de Lázaro y su familia en la narrativa del evangelio.
Es importante tener en cuenta que las conexiones entre los evangelios sinópticos y el Evangelio de Juan son indirectas y no prueban concluyentemente que Lázaro sea el discípulo amado.
Sin embargo, estos pasajes nos proporcionan un contexto adicional que enriquece nuestra comprensión de la relación entre Jesús y Lázaro, y nos ayudan a entender por qué podríamos considerar a Lázaro como el autor del Evangelio de Juan.
La postura católica sobre la posible autoría de Lázaro
La tradición que atribuye la autoría del Cuarto Evangelio a Lázaro no ha sido ampliamente sostenida o discutida en la historia de la Iglesia, y especialmente en la Iglesia Católica, que ha favorecido la autoría de Juan, hijo de Zebedeo. No obstante, en algunos círculos académicos y en ciertos estudios independientes, se ha planteado la posibilidad de que Lázaro haya sido el autor del evangelio.
En general, la Iglesia Católica ha mantenido una posición firme en cuanto a la autoría de Juan en el Cuarto Evangelio, y no ha brindado mucha atención o espacio para debatir la posibilidad de que Lázaro haya sido el autor. Esto es porque la tradición de Juan como autor tiene siglos de aceptación y forma parte de la enseñanza y la teología católica.
No obstante, en la actualidad, muchos estudiosos y teólogos han comenzado a analizar el texto con mayor detalle y a considerar otras posibilidades en cuanto a su autoría. Aunque la propuesta de Lázaro como autor no cuenta con el respaldo de una tradición antigua, ha ganado cierta atención y credibilidad en la investigación académica reciente. En su mayoría, la Iglesia Católica ha mostrado respeto hacia el trabajo académico en estas discusiones, pero no ha abandonado la posición tradicional que sostiene la autoría de Juan, hijo de Zebedeo.
La postura evangélica: dogmática e inflexible
La posición evangélica en cuanto a la autoría del Cuarto Evangelio también ha sido predominantemente firme en atribuir la autoría a Juan, hijo de Zebedeo. A pesar de que muchos evangélicos se consideran críticos y opuestos a ciertas tradiciones de la Iglesia Católica, en este caso, sorprendentemente, mantienen y defienden una posición que se alinea con la tradición católica.
Este enfoque inflexible y dogmático en cuanto a la autoría del Evangelio de Juan en el ámbito evangélico puede considerarse paradójico, ya que evita el cuestionamiento y la apertura al diálogo sobre las posibles alternativas que podrían surgir de un análisis más profundo y minucioso del texto. La reticencia a considerar la posibilidad de que Lázaro de Betania sea el autor del Cuarto Evangelio demuestra una cierta incoherencia en la postura evangélica, que suele ser crítica con las enseñanzas y prácticas de la Iglesia Católica.
Algunos estudiosos evangélicos han abordado el tema de la autoría del Cuarto Evangelio y han analizado la propuesta de Lázaro de Betania como autor. Sin embargo, estas discusiones a menudo son marginadas o no reciben suficiente atención dentro de la comunidad evangélica en general. Esta resistencia al cambio y la apertura al debate en torno a la autoría del Evangelio de Juan parece estar más arraigada en la tradición y el dogma que en un análisis objetivo y racional del texto.
Conclusiones y reflexión final
En conclusión, el análisis crítico del IV Evangelio nos ha llevado por un fascinante recorrido de descubrimiento y liberación intelectual, que ha desafiado las tradiciones arraigadas y ha permitido vislumbrar nuevas perspectivas en la interpretación de este evangelio. Al reconocer la importancia de un estudio libre de dogmas y prejuicios, el lector adquiere una nueva apreciación y un entendimiento más profundo de este texto milenario.
En esta crucial coyuntura, nos encontramos frente a una revelación que desafía nuestra comprensión y expande nuestros horizontes. Al despojarnos de las cadenas de la tradición, abrimos las puertas al conocimiento y al entendimiento profundo que el texto del IV Evangelio nos ofrece. Esta conclusión no solo ilumina nuestro pasado, sino que también nos guía hacia un presente y futuro, llenos de esperanza, donde la espiritualidad se vuelve más auténtica y profunda.
La posibilidad de que Lázaro sea el autor del evangelio nos invita a reconsiderar otros episodios del mismo, analizándolos con una perspectiva renovada y libre de prejuicios. Es importante recordar que, sin la tradición, la autoría de Juan hijo de Zebedeo simplemente no se sostiene. Un análisis interno del texto no nos ofrece ninguna evidencia que lo vincule como autor. Incluso, al revisar los versículos en los que aparece Juan, hijo de Zebedeo (Marcos 3:17; Lucas 9:54), no encontramos muestras de un amor particular por parte de Jesús hacia él.
Esta trascendental reflexión nos impulsa a seguir explorando, investigando y descubriendo el invaluable legado que nos ha sido transmitido a través de los textos bíblicos. Al liberarnos de las ataduras de la tradición, abrimos un camino hacia una relación más auténtica y enriquecedora con los escritos neotestamentarios, permitiendo que su mensaje resuene con fuerza y claridad en nuestras vidas.